¡Hola a todos! Me animo a escribir mi historia porque puede que le
sirva de mucho a alguien en algún momento, me atrevo a compartirla a pesar de
lo dolorosa y difícil que es para mí porque sé que puede ayudar a alguien desesperanzado
he inconforme con su vida y necesite de un empuje… de un testimonio no de pena
y lástima sino de fuerza y valentía para seguir viviendo.
Antes que nada me llamo Stefanie, tengo 24 años y mi
vida siempre transcurrió de manera normal bueno al menos en temas de salud… no
puedo negar que siempre tuve una vida muy dura y complicada pero la salud me
ayudaba y siempre tenía las fuerzas necesarias para salir adelante por más dura
o compleja que sea una situación. Sin embargo, desde la adolescencia yo ya iba
mostrarnos signos de tener alguna enfermedad rara, síntomas y signos que por
ignorancia y dejadez nunca tome atención hasta que empezaron verdaderamente a
dañarme.
Desde los 17 años sufro de hipertensión arterial y a
los 22 años me encontraron daño renal con proteinuria, con el miedo de perder
mi función renal y con la sospecha de una terrible enfermedad autoinmune empezó
para mí lo que sería la batalla más grande mi vida…
Como cualquier persona el mundo se me vino abajo…
siempre pensé que las desgracias grandes jamás podrían sucederle a una persona
tan activa y con tantos sueños como yo pero la enfermedad toco a mi puerta y yo
sentía que me moría cada día lentamente con ella. Como muchas personas entraba
a internet para intentar entender que enfermedad tenía, veía fotos, imágenes he
información de una serie de cosas terribles que le suceden a las personas con
problemas renales o enfermedades del tejido conectivo. Lo confieso, el miedo
constante y el dolor penetrante se hicieron mis compañeros de vida, no había
día en donde no botara una lágrima o en donde no me sintiera frustrada,
decepcionada y llena de resentimiento con Dios, con mi familia y con el mundo
entero. Fueron muchos meses los que me la pase en esa situación; trabajaba,
estudiaba y realizaba actividades pero el dolor y el miedo no me dejaban ver
con claridad todos los momentos maravillosos que estaba perdiendo.
A los meses mi daño renal se revirtió por sí mismo, algo
muy típico en enfermedades del tejido conectivo, cedió mi hipertensión y parecía
que todo iba a arreglarse… definitivamente nada más alejado de la realidad…
tenía una enfermedad del tejido conectivo y se iba a manifestarse en su máxima
expresión… ahora ya no eran mis riñones funcionando mal, ahora eran mis
músculos y articulaciones que empezaban a generarme los dolores más grandeees
que había sentido en mi vida en conjunto con una serie de síntomas extraños y
monstruosos que no entendía. Envuelta en miedo y pánico, buscaba
desesperadamente una solución, alguna cura, incluso un diagnóstico preciso para
mi enfermedad. Y encontraba cero respuestas y mucha hostilidad por parte de
médicos, amigos y familiares. Quizás pase los peores momentos de mi vida
pensando lo peor envuelta en el dolor crónico y la inflamación de mis tejidos.
No fue hasta que un reumatólogo de un hospital
conocido en mi país me explicó que es muy probable que sí tenga una enfermedad
del tejido conectivo y que casos como el mío sin un diagnóstico claro son muy
comunes y pueden durar años. Por fin después de varios meses entendí que no
estaba loca y que mis síntomas y dolencias eran reales. Mi actual diagnóstico
es enfermedad del tejido conectivo en versión indiferenciada… ¿Qué significa? Que
tengo una enfermedad real con síntomas reales pero con resultados negativos en
sangre he inflamación generalizada. De todas las versiones de enfermedades del
tejido conectivo yo era muy afortunada de seguir viva y poder seguir caminando
y realizando actividades. Entendí que jamás iba a tener cura. Entendí que poco
o nada es lo que pueden hacer los médicos especialmente en un país
subdesarrollado como el Perú para ayudar a gente con enfermedades como la mía…
y DECIDI DEJAR DE SENTIR LASTIMA POR MI, dejar de compadecerme, dejar de
reclamarle a Dios por haberme mandado esta enfermedad. Decidí ser libre al menos
del dolor emocional y CAMBIÉ.
¡A mi enfermedad y a mi dolor les debo mucho… les debo
lo que soy AHORA!
Entendí que los médicos, los amigos y la familia
pueden fallar, comprendí que las personas solo maduramos y aprendemos a través
del dolor que experimentamos y de las experiencias que acumulamos, me di cuenta
que había desperdiciado momentos maravillosos de mi vida en tonterías… en banalidades
como acumular dinero, títulos, objetos.
Me enfoque erróneamente en vivir una vida que no era
para complacerme a mí misma, sino que vivía en una constante actuación para
satisfacer a mis padres, familia, amigos, parejas… y perdí los mejores años de
mi vida, llenos de salud en una serie de cosas que jamás me hicieron
verdaderamente feliz.
Curiosamente mi enfermedad me permitió cambiar todooos
esos aspectos de mi vida, por fin SOY LIBRE!. Libre del dolor del pasado, libre
de las banalidades y las superficialidades del ayer, libre del que dirán, libre
de los prejuicios, de los miedos, de la cobardía. Ahora sí vivo la vida al
máximo y no hay día que no me dedique a ser feliz.
SI! Soy feliz y me dedico a hacer felices a las personas
que están a mi alrededor. Me enfoco y me mentalizo en lo positivo de mi vida
con valentía y fortaleza y lucho constantemente por mis sueños sin miedo alguno
porque sé que todo lo que desee de corazón y que es para mí… ahí estará.
La enfermedad no se ha ido y no se ira jamás, pero se
fue lo más importante ¡EL MIEDO!
Actualmente, soy profesional en administración de
recursos humanos, trabajo como Consultor de Empresas, estoy próxima a
titularme, tengo muchos proyectos personales y profesionales que quiero cumplir
y los realizare con enfermedad o sin ella. El dolor físico me acompaña
constantemente como recordándome que mi monstruo aún sigue ahí asechando y
esperando el momento de atacarme, sin embargo, no me interesa porque estoy
lista para hacerle cara a mi monstruo y a todo lo que pueda venir.
Tengo un propósito en esta vida y es demostrarles a
las personas que ¡SI SE PUEDE! Se puede
vivir intensamente con enfermedades, con dolor e incluso con el todo el
universo en contra.
Jamás permitan que la enfermedad les robe sus sueños y
sus ganas de seguir luchando y creyendo en sí mismos.
No tengo alas para llegar al cielo, pero tengo las ganas
y un gran
corazón para llegar hasta donde yo quiero.
Stefanie Aguilar
San Isidro
Lima, Perú
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